Señor director. Se dice que nuestro cuerpo es prestado, que tiene una vida útil muy limitada, y dependiendo del uso que le demos, así nos responderá cuando empiecen a pasar factura los años. A veces no tienen que ser demasiados años, unos abusamos de él de tal manera, que nos volvemos ancianos en plena juventud, otros hemos sido más prudentes y lo hemos cuidado, protegido y amado.
Algo que también se dice y ha quedado demostrado, es que el cuerpo responde a nuestra manera de actuar, y más que nada, a nuestras creencias y manera de pensar. Dependiendo de cómo visualicemos los efectos que tendrán las cosas en nuestro cuerpo, así serán los resultados. Así que todo, o casi todo es permitido, lo esencial es la dosis de permisividad que adoptemos, lo claras que tengamos las consecuencias, y la manera de palear esos efectos.
Existe un dicho que rezas así: “Eres lo que piensas”, otro dice: “Eres lo que comes y hablas”, pero hay uno más veraz aún, dice: “Eres incapaz de ver en otros, lo que no hay en ti”, dicho de otra manera, “Nadie puede dar lo que no tiene”.

Si notamos egoísmo, envidia y celos en alguien, es porque esos sentimientos los hemos albergado también nosotros, por eso los identificamos, aunque los hayamos superado, queda esa semilla del conocimiento y de la experiencia de haberlos sentido. Por eso se habla de que los demás son nuestro espejo, nos vemos reflejados en cada situación que podamos reconocer, pues ya la vivimos y la accionamos, por eso también la criticamos y juzgamos, porque quizás no la viven o resuelven como lo hicimos nosotros, y en lugar de rehacerla imaginariamente y verla desde otra perspectiva, que tal vez nos hubiera encaminado por un mejor sendero, la negamos y condenamos. Con el dedo índice señalamos al otro, pero en ese mismo instante hay otro dedo, el pulgar, señalandonos a nosotros.

La vida a veces es tan contradictoria, o los humanos somos tan contradictorios…, que le pedimos calor al hielo y frío al sol. Queremos el cese de las guerras mundiales, pero vivimos en una eterna guerra interior. Deseamos un planeta limpio, pero tenemos un exceso de consumo y producción de tóxicos, acumulamos basura, la echamos a las calles, y al mar y luego queremos navegar en aguas limpias. Amamos posesivamente, exigimos, pero no queremos pertenecer a nadie ni que nos exijan…

La lista sería interminable, así que si queremos paz, intentemos estar en paz con nosotros mismos, si deseamos salud, no nos procuremos enfermedad, si pedimos e imploramos justicia, seamos justos con nosotros y con los demás. Si exigimos respeto, empecemos por respetarnos y respetar a los demás, así de sencillo.

Si queremos ser amados, ¿Qué esperamos?, amémonos a nosotros mismos y demos amor por doquier, hasta hacerlo universal.

Reconciliémonos con nuestro cuerpo, nuestra alma y nuestro propio Ser. Armonicémonos interna y externamente. Aceptemos y seremos aceptados, respetemos y nos respetarán, amemos y seremos amados, vivamos en armonía y sembraremos paz y serenidad.

Idalia Harolina Payano Tolentino
Colaboradora

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