Ante este proceso comicial, lo primero es advertir que a las elecciones se va a ganar o a perder. Puede sonar como una perogrullada, pero la expresión encierra una gran verdad siempre que los que compitan tengan integridad personal y la madera del demócrata.

Ir a un evento a ganar o a perder, parece lógico y fácilmente entendible, por lo que la esperanza generalizada es que no aparezca ahora el que pretenda condicionar los resultados del juego que aceptó jugar.

La Junta Central Electoral aparenta tener el control y todos los participantes han aceptado las reglas establecidas del proceso y también para el escrutinio, por lo que no se esperan sorpresas.

Solo restaría que todo buen dominicano abogue y se esfuerce para que estas elecciones a nivel municipal se desarrollen en un ambiente de tranquilidad, sin designios catastróficos ni nada que infunda temor.

El ciudadano debe ir a votar en plena libertad y a conciencia; es su decisión personal en la que nadie debiera inmiscuirse.

Pero si nos pidieran opinión, que no es el caso, acerca del perfil ideal de un candidato a cualquiera de los cargos en disputa, lo que incluye hasta al regidor del más recóndito lugar del país, es que sea, hombre o mujer, de probada honestidad personal.

Que no contemporice; práctico, justo y equilibrado. Con capacidad para dialogar y concertar. Que trabaje a favor de los que le votaron y que en ninguna circunstancia se haga cómplice de las fallas de los demás.

Nuestro país necesita un liderazgo renovado, un trasvasamiento generacional que permita el protagonismo de los más jóvenes y reemplace de manera progresiva las conducciones ejercidas por viejos robles enquistados en las direcciones políticas durante décadas.

Necesitamos también que la característica principal de los candidatos a elegir sea la idoneidad para ejercer el cargo al que aspiran, que tengan sentido común para resolver situaciones, pero también que actúen apegados a ideales que guíen su conducta pública.

Dudamos de que algo que se pueda decir a esta hora logre cambiar la opinión del que está decidido o motivado a votar por un candidato determinado, por lo que recomendamos acoger este acontecimiento como una gran fiesta que culminará con gobiernos locales electos por el voto popular, que es la más fiel expresión de la democracia.

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