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Pocos políticos dominicanos están persuadidos, o si lo saben no lo practican, de que la democracia se expresa mediante el consenso, pero también conviene cierto grado de confrontación, de contradicciones, de conflictos e, inclusive, hasta de división.
En la unanimidad muchas veces anida la intolerancia y la fuerza, y resulta perjudicial, porque en cierta medida, por ejemplo, ayuda la existencia de un Congreso diverso, sin predominio de un partido.
A Obama una vez se le escuchó decir, sin ánimo de descalificar ni recriminar, cuando desde el Capitolio le bloqueaban iniciativas que consideraba importantes: “La nación es más fuerte y nuestros esfuerzos son más efectivos cuando el presidente y el Congreso trabajan conjuntamente”.
Esta disquisición es por algo que expresó Abinader en San Juan de la Maguana, al exhortar a la oposición a unirse al Gobierno para abordar de manera conjunta la crisis con Haití: “Quiero hacer un llamado a nuestros adversarios políticos de oposición, que si bien tenemos diferencias y debemos tenerlas, porque esa es la democracia, hay algo en que debemos unirnos: en defensa de los intereses de la nación”.
En efecto, aunque no era la idea central del mandatario ni el escenario para desarrollarla, en las diferencias también se expresa la democracia, cuestión que, lamentablemente, ni siquiera forma parte del léxico de la clase política dominicana.
En el mismo escenario invitó a discutir con él, “de igual a igual”, para tener una sola posición como país ante el vecino.
Se podría argüir que esa exhortación es por debilidad, para embaucar o neutralizar.
Pero dígase lo que se dijere, sería injusto no reconocer que ese tipo de llamado, asimilado con sinceridad, ayudaría a la institucionalidad democrática y a desterrar de la política la zancadilla, el golpe bajo y la trapisonda, como también el secretismo y los antidemocráticos pactos de aposento.
Saludamos el reconocimiento implícito que hace Abinader de la contradicción y del disenso como elementos constitutivos de la democracia.
Pero básicamente, para no complicarnos tanto, en su discurso de San Juan lo que hizo simplemente fue un llamado a la unidad de acción al proponer “una sola posición” respecto al tema del Masacre.
La situación de crisis con Haití resulta perfecta para promover unidad de acción en torno al problema del canal, lo que para nada significaría que los partidos deban renunciar a sus principios ni a sus propias demandas para asumir las de otros.