La lucha de los dominicanos para construir una sociedad democrática ha sido muy tortuosa. Después de la larga noche bajo la égida de Rafael Leónidas Trujillo, la Nación empezó a trillar un camino. Uno de los momentos más trascendentes lo constituyó el proceso de 1962, cuando en unas elecciones limpias, el profesor Juan Bosch fue escogido como presidente de la República.
Un hombre con ideas de libertad, justicia social y progreso, empezó a modificar los esquemas que había implantado la dictadura. Las clases sociales más conservadoras se resistieron y no dejaron que ese ensayo echara raíces. Una conspiración de la oligarquía, militares y civiles, con apoyo mediático y la intolerancia de Estados Unidos, derrocó el gobierno de Bosch y la Constitución democrática que lo sustentaba.

Desde entonces, un gobierno de facto y de fuerza se instaló en la República, violando todos los derechos ciudadanos, y el pueblo no tuvo más alternativa que recurrir al considerando tercero de la declaración universal de los derechos del hombre, que reconoce el “supremo recurso de la rebelión contra la tiranía y la opresión”.

El 24 de abril de 1965, civiles y uniformados, se levantaron en armas para reclamar la reposición de la constitucionalidad de 1963. Un acto cívico y popular, que debió coronarse con la victoria, fue reducido por una intervención militar de los Estados Unidos.

Los actos de heroísmo de los demócratas dominicanos no fueron suficientes para imponer la consigna de simple retorno a la constitucionalidad de 1963. La transacción fue el camino inevitable. Las negociaciones culminaron con un gobierno provisional títere de los Estados Unidos y los grupos dominantes criollos.

El camino en pos de la democracia ha sido muy difícil. Las elecciones de 1966, que permitieron el ascenso al poder de Joaquín Balaguer, con el país intervenido, marcaron una etapa en que la violencia adquirió una nueva dimensión. Mediante el terrorismo de Estado, cientos de ciudadanos fueron asesinados.

A partir de 1978, empezó un período de luz, tras el final del gobierno dejado por Estados Unidos en 1966. Una larga marcha que continúa con nuevos escenarios. Todavía la sociedad dominicana trata de construir su democracia y fortalecerla. Y cada vez hay que estar más persuadido de que esa lucha nunca termina, pero no podemos cansarnos.

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