“Es para usted en nombre de Dios/ Es para el maestro con amor/ Es para usted que nos guió/ Ni la luna ni el cielo/ ni el mar siquiera lo podrá igualar/ Y las estrellas se lo cantarán al maestro con amor”.
La estrofa pertenece al tema musical de la película Al maestro con cariño, interpretado por Lulú y cuyo protagonista era encarnado por Sidney Poitier.
El filme nos remite a tiempos en los que el maestro era considerado “el padre del pueblo”, al que enaltecía el cantautor Patxi Andión, y que es una condición de la que solo quedan los recuerdos.
Si traemos esto a colación es por celebrarse hoy en el país el Día del Maestro, ocasión que aprovechamos para felicitar a todos los docentes sin hacer distinciones entre los de ayer y los de hoy.
Aunque es difícil de obviar que ahora el pan de la enseñanza ya no se amasa con el mismo afecto de antaño, quizá porque se ve contaminado por intereses gremiales y grupales que se colocan por encima de lo que es conveniente para los alumnos y para la población.
Aun así, en sentido general, el maestro dominicano es un trabajador esforzado y los mayores problemas que lo afectan los aporta la politización de su sindicato, responsable en gran medida de que la educación no haya alcanzado el salto cualitativo que se esperaba desde la firma del pacto.
Un maestro, una maestra, son seres con una gracia especial que los lleva a identificar las carencias, las necesidades afectivas, los anhelos y frustraciones de cada discípulo, en el que dejan siempre una huella imborrable de enseñanzas que trascienden los conocimientos básicos y se traducen en valores que preparan para la vida y para servir a la sociedad.
Acaso una feliz coincidencia es que en esta fecha es el natalicio del profesor Juan Bosch, maestro por excelencia, político y escritor nacido en La Vega en 1909, un autodidacta que, además de ser un demócrata que predicó con el ejemplo, merece ser considerado un paradigma del compromiso con los mejores intereses de su pueblo.
