Acierta el papa Francisco en el discurso a los empleados del Vaticano con motivo de la felicitación de la Navidad cuando llama la atención por el afán de la gente de aparentar lo que no es y de exhibirse, especialmente a través de las redes sociales.

Es una época a la que los dominicanos no escapamos y en la que gana cuerpo la tendencia de juzgar a las personas sólo por su apariencia, por lo que transmiten hacia el exterior, y no por lo esencial, por lo que verdaderamente son.

Poca sustancia y mucha apariencia es la tónica en estos tiempos, a la que no son ajenos políticos, faranduleros, peloteros, artistas, “socialités” y hasta los hogares.

Vale tanto lo que parece ser y no ser, que reinan las promesas, las banalidades, y es la razón por la que los “cerebros” del Gobierno privilegian y priorizan en el presupuesto a “youtubers” e “influencers” dizque porque su mensaje, distorsionado o no, llega a millones de personas.

Es que asistimos al imperio del afán por sobresalir y ser tomados en cuenta.

En cuanto a las redes sociales mencionadas por el papa, allí se buscan contenidos fabulosos y hasta escandalosos para publicar.

No extraña que haya gente que se comporte así; hay estudios científicos sobre las redes sociales que demuestran que generan obsesión y angustia cualquier día de la semana en personas que se sienten marginadas, que notan que su estrella no brilla o que, en buen dominicano, sienten que “su carnaval pasó”.

La carrera frenética del mundo de hoy es por sobresalir a cualquier precio, porque la contrapartida, la otra cara de los que ven publicaciones y actos maravillosos de otros sin cesar en redes, que ganan likes mientras ellos pasan inadvertidos, es frustración, tristeza y envidia.

No importa incluso que el matrimonio, las relaciones de pareja sean un fracaso y que, incluso, se incurra en abusos, porque lo que vale y queda es lo de afuera, la envoltura, lo que ejemplifica una canción de mediados de los 80, composición de Charlie Mosquea y vocalizada por Olga Lara: “Cualquiera se engaña/mirando mi casa/linda y adornada/ Cualquiera se engaña/no saben que es sangre/en bandeja de plata”.

“Es la época del maquillaje, no sólo de la cara sino también del alma”, sentenció Francisco. Una pena que lo que valga sea la envoltura, pero lamentablemente, así es.

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