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El 11 de julio de cada año, por iniciativa del Consejo de Administración del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), se celebra desde el año 1989 el Día Mundial de la Población.

El objetivo es crear conciencia del aumento de la población en el mundo, del derecho de las personas, pero sobre todo de las mujeres, a decidir y a espaciar el número de hijos que quieran tener.

Es una cuestión demasiado importante, porque tiene que ver con el crecimiento y desarrollo de los pueblos, con el acceso a la alimentación y a otros servicios básicos.

Y aunque ese día se celebra desde hace 34 años, los métodos anticonceptivos siguen inaccesibles para millones de personas, por razones económicas y escasez de recursos, por prejuicios religiosos que prohíben la contracepción y por despreocupación e indiferencia de las autoridades.

Según estadísticas actualizadas, China y la India albergan el 61% de la población del mundo. Lo novedoso es que ya se otorgan 1,428.6 millones de habitantes a la India y 1,425.7 millones a China, una diferencia de 2.9 millones, según datos de abril pasado publicados en la web del Fondo de Población de la ONU.
Esas cifras del ranking poblacional indican que hoy somos 8,045 millones, y que el habitante número 8,000 millones del planeta habría nacido en noviembre del año pasado.

Sin embargo, mientras la falta de acceso a los anticonceptivos genera un aumento de la población en los sectores más pobres en todo el mundo, estudios recientes prevén una reducción de la fertilidad que impedirá el crecimiento poblacional a nivel mundial, cuya consecuencia será un envejecimiento de la población adulta, lo que tendrá un impacto negativo en la economía, en los sistemas de salud y de asistencia social de manera globalizada.

Es una mezcla explosiva, porque mientras los sectores más pudientes, con mayores posibilidades y más recursos económicos tienen menos hijos, en las poblaciones vulnerables se multiplican los nacimientos, lo que equivale a multiplicar la pobreza, las carencias y las migraciones ilegales a los países más favorecidos.

De ahí que no se trata solamente de fomentar el control de la natalidad, sino que habrá que trabajar en otras cuestiones anexas, como una mejor distribución de las oportunidades de trabajo, brindar un mayor acceso a la educación para los sectores vulnerables y que las posibilidades de decidir cuántos nacimientos habrá en una familia estén al alcance de todos.

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