La COP27, conferencia sobre el clima y el calentamiento global que se desarrolla en estos días en la ciudad balnearia de Sharm el Sheij, en Egipto, ha despertado las alarmas y movilizado a las organizaciones ambientalistas, como ha ocurrido de manera inevitable en cada una de las cumbres anteriores, por los datos que se manejan sobre el cambio climático y que chocan con la sed de ganancias de las naciones industrializadas.

Grupos como la Red de Acción Climática, Greenpeace y Power Shift África denuncian que aunque la agenda de la COP27 contempla las pérdidas y daños causados por el calentamiento global, no establece un mecanismo concreto para compensarlas.

No es de extrañar que las grandes potencias y las multinacionales “olviden” la financiación de las regiones más afectadas con el cambio climático, pese a que son las responsables directas de la contaminación de las fuentes de agua, de las emisiones de gases de efecto invernadero y de la degradación ambiental en países subdesarrollados, especialmente en África y América Latina.

El presidente de Egipto y anfitrión, Abdelfatah al Sisi, ha pedido a los estados participantes en la conferencia “resultados claros y concretos” por el “bien de todos”, mientras el secretario general de la ONU, António Guterres, reclama no usar como excusa la guerra en Ucrania y otros conflictos para evadir el objetivo fijado en el Acuerdo de París, que busca contener el calentamiento global por debajo del grado y medio respecto a los niveles preindustriales.

“Estamos en una autopista al infierno climático con el pie en el acelerador”, advierte Guterres en tanto que las discusiones generan acuerdos que nadie cumple y la degradación del clima avanza y se hace sentir en huracanes, en la contaminación del aire, en la elevación del nivel del mar, en la desaparición de bosques y ríos enteros y en inundaciones que se “tragan” vidas y bienes.

Mientras los bosques desaparecen, los ríos se secan, el aire se enrarece, la temperatura y el nivel del mar aumentan, solamente podemos desear que, una vez más, los gobernantes y los tomadores de decisiones no dejen pasar otra oportunidad, quizá una de las últimas, para enfrentar con seriedad el calentamiento global y el cambio climático.

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