La agenda del presidente Luis Abinader, que partió ayer a Ginebra, Suiza, para hablar en la Asamblea Mundial de la Salud de la experiencia de República Dominicana en el manejo del COVID 19, incluye visitar Davos donde estarán congregadas las élites económicas del mundo, agrupadas en el Foro Económico Mundial.
Precisamente por esta coyuntura de crisis mundial, serán muchos los ojos puestos en Davos, porque reúne a los gobernantes y personalidades de las naciones más poderosas del planeta y porque estará sobre la mesa lo de Ucrania, la crisis climática que nunca falta, el COVID-19, el aumento de los costos de los alimentos y el combustible.
Entre tantos problemas –para algunos al agregarse lo de Ucrania se ha venido a crear una tormenta perfecta- hay otro muy acuciante que es el hambre, expuesto de manera dramática en un Informe Global sobre Crisis Alimentarias 2022 publicado recientemente por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) y el Programa Mundial de Alimentos (PMA), lo que viene a dar el contexto ideal para que esa realidad no pase inadvertida en Davos.
Dicen la FAO y el PMA que cerca de 200 millones de personas de 53 países sufrieron hambre en “niveles de crisis o peores”, lo que supone 40 millones más entre 2020 y 2021, y que se “necesitan urgentemente fondos de emergencia para sacarlas del abismo y revertir esta crisis mundial antes de que sea demasiado tarde”.
A propósito de la presencia de Abinader en Davos, allí estarán también los mandatarios de Perú, Colombia y Costa Rica con sesiones específicas sobre la región, en la que, según el informe citado, en cinco países (El Salvador, Guatemala, Haití, Honduras y Nicaragua) 12.76 millones de personas se encuentran en “situación de crisis o peor”, y Haití alberga la mayor crisis alimentaria, con un tercio de su población hambrienta: 4.4 millones de personas.
Suerte y éxito a nuestro presidente en Ginebra y en el Foro Económico Mundial, pero no nos ilusionemos, porque Davos es un escenario con abundancia en discursos pero, sin mecanismos prácticos para implementar conclusiones, todo se reduce a pura retórica.
