El presidente Luis Abinader iniciará mañana un periplo dialogante con el liderazgo político, con lo cual materializa lo anunciado como una de las claves de su gobierno: la concertación con los actores nacionales.
Con esa decisión, no sólo tiende puentes para escuchar pareceres, sino que deja atrás la cerrazón que tanto marcó al gobierno pasado, especialmente en un momento tan dramático y crítico como la pandemia de la COVID-19. Él como ningún otro político fue objeto de rechazo al persistir en la necesidad de un diálogo que permitiera la participación de la sociedad en el combate de la enfermedad.
Ahora, el gobierno impulsa sus medidas para encarar la pandemia. Pero nada sugiere que el cuadro esté cambiando. Más bien, vemos una tendencia ascendente. Nada de aplanar la curva de contagios y persisten los penosos fallecimientos.
Más allá del serio problema del coronavirus, otros temas surgirán en una agenda aún no escrita.
Asumimos que el presidente Abinader compartirá sus planes y proyectos, pero seguramente preferirá escuchar. Aunque imaginamos que además de la gran crisis en salud será inevitable abordar temas relativos a la economía y la sociedad en su conjunto, pues todos están entrelazados.
Temas como la selección de la nueva Junta Central Electoral (JCE) en algún momento aflorarán en las conversaciones. Es un asunto sensible con el cual el Presidente de la República y el partido de gobierno deben ser cautos.
La renovación de ese órgano vital para la democracia debe inscribirse en ese espíritu dialogante, dejando de lado cualquier idea de unilateralidad o imposición. Pluralidad y consenso en la toma de decisiones es fundamental.
En definitiva, el mandatario tiene una claridad de enfoque reflejada en su discurso del 16 de agosto, cuando dijo que “el camino es largo y oscuro y quien tenga la tentación de recorrerlo solo y sin luces, no llegará a ninguna parte…”.
Tenemos un presidente dialogante, cosa muy buena, y esperemos que estos encuentros sirvan a las aspiraciones de mejoría de la vida de los dominicanos.
