Entre las cosas más complejas que deben desentrañar los estudiosos es la estructuración del poder, cómo se construye, cómo discurre, cómo se entrelaza y especialmente, cómo los grupos que lo utilizan y disfrutan, recurren a las vías más inverosímiles para conservarlo y con el mismo, asegurar sus intereses.
Es lo que explica la conducta de los seres humanos que requieren del poder para sobrevivir y asegurar sus porciones. Una tarea que requiere inteligencia, destrezas y a veces, desvergüenza. Esas son dolorosamente las reglas que imponen las realidades a quienes luchan por el poder.
El domingo Monseñor Francisco Ozoria hizo una exhortación dirigida a los políticos para que se “liberen” del afán desmedido por detentar el poder. Él observaba que en el mundo “hay una lucha de poder político y social” y que “los políticos que luchan por el poder son esclavos de los bajos instintos de sí mismos”.
La construcción y la búsqueda del poder ciertamente es un afán terrible que obsesiona a los seres humanos. Hablamos fundamentalmente del poder político, lo que no significa que también se luche con igual ímpetu por el poder económico.
Con frecuencia, la lucha por el poder político entraña también una lucha por el poder económico, y en ese propósito se cometen pecados capitales. Mucha gente se daña. Ocurre que cuando alcanzan el poder, tienden a corromperse mediante la acumulación de bienes, sea con la simple intención de enriquecerse o pretendiendo que esa acumulación permitirá su perpetuación en el poder.
Lo ideal es que quienes aspiren al poder político estén imbuidos enfermizamente de un afán sano por servir al pueblo, para superar los grandes lastres sociales.
La exhortación del obispo Ozoria es positiva, loable, pero en la lógica de los “luchadores” por el poder será considerada totalmente idealista.
Sin embargo, no estaría demás preguntarse a conciencia qué se persigue con la búsqueda del poder. Para qué el poder sino para cambiar las cosas, para que haya menos injusticias, y que el mismo no sea utilizado para el lucro y el envilecimiento particular.
