Seguridad y perspectivas positivas es la realidad con la que se encuentran en la República Dominicana los inversionistas extranjeros. Esto es así, les dice el gobernador del Banco Central a diplomáticos franceses que visitaron la institución, por los fundamentos sobre los que se sustenta nuestra economía.
Y no le pintaba Héctor Valdez Albizu pajaritos en el aire a la delegación encabezada por el embajador Eric Fournier.
Le mencionó que con todo y los constreñimientos derivados de la pandemia, en abril pasado el crecimiento económico fue de 47.1% con una variación acumulada en el primer cuatrimestre del año de 11.5%.
En esas perspectivas positivas descansa la estimación de que la economía dominicana crecerá entre 7% y 8% en 2021.
Todavía más: por esas favorables condiciones la Inversión Extranjera Directa (IED) se espera que alcance este año US$2,925 millones, suficientes para cubrir como dos veces el déficit en Cuentas Corrientes.
Sumémosle que precisamente en el primer cuarto de este año las remesas y zonas francas crecieron 130.6% y 108.1%, respectivamente, y las reservas internacionales trepan a más de RD$12,400 millones, lo que es igual a 7 meses y medio de importaciones y a 14.1% del PIB.
Obvio que la economía dominicana no cursa ajena a los embates de la pandemia del coronavirus que anda por todo el mundo, lo que fue tema de conversación con la delegación francesa.
Pero si se puede enarbolar un discurso positivo es debido al impacto de las medidas macroeconómicas y fiscales aplicadas junto a las sanitarias.
No todo es color de rosa, verdaderamente. Y más cuando la COVID-19 no cede por completo y se mantienen las amenazas de nuevas variantes, pero lo que no se puede es regatear ni minimizar estos índices esperanzadores.
De ahí esta suerte de espaldarazo y aliento a las autoridades monetarias y financieras, que han centrado sus esfuerzos en mantener en orden la casa, y en apuntar hacia las posibilidades reales de una economía que comienza a alinear sus diferentes renglones para encaminarse a estar lista para un despegue que se acerca, quizá con lentitud, pero que se intensificará cuando se haya superado la postración de la pandemia.
