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La gesta restauradora que comenzó el 16 de agosto de 1863 con el Grito de Capotillo en Cerro Capotillo, Dajabón, fue según Eugenio María de Hostos “una página de trascendencia continental”.
A juicio de nuestros más conspicuos historiadores, en ese proceso se manifestó la heroicidad del pueblo en defensa de su soberanía y de la identidad dominicana.
Se cumplen hoy 161 años de aquella epopeya que el historiador Juan Daniel Balcácer define como “una guerra social y de liberación nacional de la que emergió un pueblo con inmensa fe en el porvenir”, liderado por patriotas de la talla de Santiago Rodríguez, Benito Monción, Segundo Rivas, Pablo Reyes, Juan de la Mata, Alejandro Bueno, Eugenio Belliard, Juan de la Cruz Álvarez, Sotero Blan, José Angulo, San Mézquita, José Cabrera y Tomás Aquilino Rodríguez, que fueron algunos de sus protagonistas.
Con aquella Guerra Restauradora contra el dominio de España el pueblo dominicano demostró que es capaz de enfrentar a cualquier poder de la tierra para defender su autonomía.
De ahí el merecido tributo que rendimos, como buenos dominicanos, a esa legión de aguerridos amantes de la libertad cuyo ejemplo de lucha pervive en nuestra memoria histórica.
El glorioso pasado de la nación dominicana, jalonado con la lucha de sus héroes, con la sangre derramada por nuestros próceres y su entrega a la patria que hoy nos cobija, constituye el vínculo con nuestras raíces, con nuestra cultura, con nuestras más profundas creencias y nuestra idiosincrasia, y no debiéramos permitir que ninguna modernidad intente borrarlo de la conciencia colectiva de este pueblo.
Aunque el mundo camina hacia adelante y el porvenir se construye con el esfuerzo y el trabajo del presente, olvidar el pasado puede llevarnos a cometer los mismos errores de ayer, y a perder el rumbo en la edificación del futuro que nos merecemos.
Es nuestra obligación con las generaciones que van a sucedernos conservar la identidad nacional y nuestra independencia, de ahí que el rescate de las epopeyas como la Guerra Restauradora contribuye precisamente a preservar esa historia ilustre, forjada con coraje y valentía.
El presente laborioso que hoy transitamos, el progreso que cada cual construye desde su lugar y el orgullo de identificarnos ante el mundo como dominicanos, forman parte de las garantías de que esta tierra jamás podrá ser sometida ni mucho menos convertirse en colonia de nadie.