Hasta los tuétanos

Como suele ocurrir, que un escándalo solapa el anterior, probablemente el país no tendría tiempo de percibir la dimensión del escándalo develado tras un “allanamiento”.

Como suele ocurrir, que un escándalo solapa el anterior, probablemente el país no tendría tiempo de percibir la dimensión del escándalo develado tras un “allanamiento” en una barbería de una comunidad algo distante del principal centro de poder, en el cual una fiscal y un grupo de agentes de la DNCD se coaligaron para plantar sustancias controladas en ese establecimiento.

Un hecho grave, no por el volumen de drogas o por la operación ilegal y corrupta, sino por lo que devela respecto a los organismos encargados de perseguir el crimen. Por un lado, los abusos que cometen contra los indefensos y por el otro, cómo se coaligan con delincuentes para enriquecerse y violar la ley.

En pocas palabras: es alarmante el grado de descomposición en las organizaciones llamadas a combatir los ilícitos. Es noticia el dato de un “gran operativo” de destrucción de bandas criminales en un determinado municipio, pero difícilmente sea aceptado por los pobladores como cierto, por los bajos niveles de credibilidad de los organismos represivos, y en alguna medida también, del gobierno mismo.

Igual pasa cuando se habla de la captura de 300 presuntos microtraficantes, pero a la semana los vecinos descubren que los mismos individuos claramente identificados por la barriada como “vendedores” continúan con sus negocios. Ellos mismos cuentan cómo lograron su libertad.

Pasa igual con la detención de motoristas y la incautación de sus vehículos, quizás por motivos ciertos. Pero ellos conocen muy bien los mecanismos para recuperar sus aparatos.

Las historias de las unidades a cargo del patrullaje en determinada comarca, que son despachadas con un mínimo de combustible, el cual debe ser repuesto sin recibir los estipendios.
También deben devolver la camioneta “nítida”, sin proveerlos del pago del costo del lavado. Los policías dominan muy bien los mecanismos para “capitalizar” sus operativos.

En fin, existe toda una “institucionalidad” que va degradando la misión de los responsables de la seguridad ciudadana, en base a “peajes”, contribuciones “voluntarias” a cargo del comercio o de cualquier ente vivo que tenga algo que perder.

Un sistema corrompido hasta los tuétanos.

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