No dista mucho de la realidad lo que revela el Índice de Chapultepec: que en la República Dominicana hay libertad de expresión y prensa plena.
Este índice de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que involucra a más de 150 especialistas, entre ellos periodistas, directivos de medios, académicos y abogados expertos en libertad de expresión, coloca a República Dominicana a la cabeza de la lista con 81%, le siguen, en segundo y tercer lugares, Chile (75%) y Jamaica (76%). Al final figuran Cuba (14%), Venezuela (12%) y Nicaragua (8 %).
No hay sorpresa en este hallazgo, porque resulta indiscutible que en Dominicana existe un estado general de respeto a la libertad de prensa y de expresión, quizá hasta un poco más, sostenido en la existencia de un Estado de Derecho en el que las instituciones básicas del sistema funcionan y cumplen su rol, y porque hemos tenido en las últimas décadas mandatarios con criterios definidos sobre la importancia de que exista un periodismo independiente.
Y la perspectiva es que en el corto plazo este escenario de libertad de expresión y prensa plena en lugar de debilitarse se fortalezca, aunque cotidianamente haya que lidiar con funcionarios poco transparentes que son parcos para ofrecer informaciones y tienen predilección por remitir toda solicitud, hasta agotar los plazos, al trámite burocrático de la oficina de libre acceso a la información.
Si algún peligro acecha y podría empañar ese clima que ensalza el Índice de Chapultepec, y que ningún informe mide al abordar la libertad de expresión, es la autocensura. Cuando se calla o se amilana y no se defiende lo que se cree, o cuando predominan los que lapidan y descalifican al que disiente.
Es de alto riesgo para la democracia, y para la libertad de expresión, esa tendencia de “acribillar” al que emita juicios que vayan contra la corriente o no sean complacientes con el poder.
Pero en lo que no hay dudas y necesariamente se tiene que coincidir con la SIP es que, en lo fundamental, en República Dominicana hay un excelente clima de libertad de prensa y de expresión, y los riesgos que se corren en el ejercicio de la profesión se pueden asumir como los naturales en la relación de los medios con el poder.