La sociedad se ha visto sobrecogida en estos días con la noticia de que durante el pasado mes de febrero en la maternidad de Los Mina murieron 34 bebés.

Esa información, cuyas connotaciones son terribles para cualquier país civilizado, es un indicador del estado de los servicios de salud pública, sobre todo los dirigidos a los sectores más vulnerables de la población.

El Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) en el país ha insistido siempre en la necesidad de reducir las muertes maternas y neonatales, y resalta que para ello hay que fortalecer el nivel primario de atención y mejorar la calidad de los servicios de salud.

Es la razón por la que se ha instalado el tema de las muertes neonatales y saltan a la luz pública datos oficiales del Servicio Nacional de Salud de que en el primer trimestre de este año han fallecido 285 infantes en hospitales del Estado.

Esos datos revelan un trasfondo gravísimo, porque detrás de las muertes maternas, casi siempre de mujeres jóvenes o adolescentes, también hay un bebé muerto.

Otro dato alarmante de las causas de la mortalidad infantil es que los perinatólogos y pediatras muchas veces no están presentes en los hospitales cuando se les necesita.

Abordar este problema no es una responsabilidad total del sistema hospitalario, sino que debiera comenzar desde la raíz; la altísima cantidad de embarazos tempranos, si la mayoría de las muertes maternas incluye a madres jovencitas y primerizas, la cuestión pasa por brindar a nuestros jóvenes información suficientemente clara para que puedan evitar este problema.

Esto indica la necesidad de una educación sexual objetiva y científicamente encaminada para reducir estos indicadores. Detrás de cada embarazo adolescente hay una niña que pierde sus sueños, que abandona la escuela, que dependerá económicamente de un hombre o de su familia materna y estará sometida a situaciones de maltrato o de abandono.

Nuestro país está lejos de la meta fijada en los Objetivos de Desarrollo Sostenible de reducir la tasa de mortalidad materna a 46 por 100 mil nacidos vivos, que según datos de 2021 estaba en 67 por 100 mil nacidos vivos.

Insistimos en que sin educación sexual, sin una gestión sanitaria eficiente más el compromiso de los educadores y formadores, las muertes maternas y neonatales no bajarán, y mientras tanto los embarazos adolescentes continuarán multiplicando la espiral de la pobreza.

Posted in Editorial

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas