Han disparado las alarmas las declaraciones del subsecretario de Estado de Estados Unidos para la Lucha contra el Narcotráfico, Todd Robinson, quien durante una reciente visita a territorio haitiano proclamó que su país no acudirá a su “rescate”.
La opinión es que “al final de cuentas, no va a ser la comunidad internacional la que venga al rescate de Haití”, sino los propios haitianos.

Este pronunciamiento se agiganta en forma brumosa porque después del dramático y urgente llamado que hizo el presidente Abinader en septiembre ante la Asamblea General de la ONU para que la comunidad internacional intervenga en Haití, ni Estados Unidos, Francia, Canadá ni la Unión Europea han movido un dedo.

Complica el panorama que la Organización de Estados Americanos (OEA) acaba de celebrar su 51 Asamblea y el tema haitiano estuvo ausente, pese a que en los días previos se había prometido incluirlo, pero la atención de los representantes de los 34 países participantes, incluida la delegación dominicana, se centró en el tema de Nicaragua.

Está harto demostrado y documentado que desde República Dominicana no podemos cargar con los problemas de nuestros vecinos, y menos ahora cuando por la pavorosa crisis que abate a ese país en todos los órdenes constituye una real amenaza para la paz, la tranquilidad y hasta para nuestra soberanía.

El camino a seguir conduce directamente a reforzar las políticas que fomenten la unidad del pueblo dominicano, a continuar “sellando” al máximo nuestra frontera y clamar hasta la saciedad para que la estabilización en Haití pase por la intervención extranjera.

Se debe involucrar, como ya se hizo con Costa Rica y Panamá, a más países también afectados por la emigración haitiana y aprovechar todos los foros internacionales posibles para llevar nuestra voz, nuestro grito.

También hay que insistir ante nuestras autoridades que la política por aplicar debe ser esencialmente preventiva y en ningún caso represiva contra la población haitiana, tanto la de allá como la que vive en nuestro territorio.

Los últimos acontecimientos enseñan que si bien no hay solución dominicana para la crisis haitiana, tampoco podemos quedarnos sentados ante la indiferencia internacional.

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