Una opinión pública vigilante, convertida en el ojo avizor ciudadano por los asuntos que afectan a la gente, es clave para el empoderamiento de la sociedad y para que no solo obligue a ser tomada en cuenta, sino para incidir en los acontecimientos.
Gracias a una sociedad civil participativa y sectores sociales y empresariales que se comprometieron con la agenda nacional, se pudo llegar a la firma del Pacto Nacional para la Reforma Educativa (2014-2030), que podría verse afectado, incluso desmontado en aspectos esenciales, si no hay una explicación clara y convincente del alcance del llamado del presidente Abinader a un Pacto por la Calidad de la Educación, que lideraría, paradójicamente, el Consejo Económico y Social (CES).
Ha habido confusión, ¿Un nuevo pacto? ¿Sustituiría al del 2014? ¿Por qué si presuntamente se pondría en manos del CES es el Ministerio de Educación el que ha tomado las riendas? ¿Fue fortuito que a la primera reunión no se invitara a la ADP?
Quizá la intención de un nuevo pacto no sea cercenar el actual, pero lo que llama la atención es que, aunque desde el CES se dijo que continúan trabajando en el pacto vigente, desde las esferas oficiales no ha habido ninguna aclaración sobre si se trata de uno nuevo.
Ante la ausencia de mayores explicaciones, tiene pertinencia un documento del Colectivo Pacto Educativo, que agrupa a 32 entidades, en el que piden respetar y continuar de manera “creativa” con el pacto de 2014, pero sugieren cuatro puntos que deberían seguirse, entre ellos una evaluación exhaustiva del pacto en vigencia, que piden extender hasta el 2034, con una gobernanza clara, que implica implementar íntegramente el decreto 84-15, y en lugar de un nuevo pacto plantean un nuevo comienzo, con los ajustes necesarios.
Quizá la confusión que lleva a pensar que se trata de un pacto que mata a otro pacto se debe, precisamente, a la parquedad del Ejecutivo en un tema que ha llegado de sopetón.
De todas maneras, mientras los responsables de la educación pública parecen abroquelados en sus posiciones, cada uno convencido de estar haciendo lo correcto, lo que esperan, y a lo que aspiran los estudiantes de escuelas públicas es bastante simple de entender: Que les enseñen a leer correctamente, a resolver problemas matemáticos, que los introduzcan en la ciencia y la tecnología, que los preparen para construir un futuro mejor.