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Comienza mañana la temporada ciclónica 2022, para la que se predice un 65 % de probabilidad superior a lo normal.

Siempre está latente el mal augurio de ser impactados por algún fenómeno importante con consecuencias graves y más ahora por factores relacionados con el cambio climático o con la degradación de las zonas costeras.

Por suerte desde el huracán Georges en 1998 hemos estado bendecidos y aspiramos seguir con la misma fortuna, porque nadie podría desear lo contrario en medio de tantos males y de las dificultades acarreadas por la pandemia y los problemas económicos, ahora potenciados por la guerra en Ucrania.

Aunque por largo tiempo sin fenómenos naturales devastadores, el país ha acumulado valiosas enseñanzas, en especial por el comportamiento exhibido por los organismos de socorro ante cada alerta.
Ha sido encomiable la coordinación interinstitucional, lo que nos convence de que estamos en preparados para afrontar cualquier embate.

Pero entre las mayores fallas en cuanto a recursos materiales figura la de la tecnología en el ámbito meteorológico.

Hay una ausencia patética, casi de muerte: República Dominicana no cuenta con sistemas de radares Doppler para dar seguimiento a los fenómenos atmosféricos y se necesitan también más estaciones automáticas.

En cuanto a radares, tenemos que auxiliarnos, cada vez, de recursos disponibles en Miami y en Puerto Rico.

Otro vacío latente para cada temporada son los albergues, supuestamente ubicados pero no necesariamente disponibles.

Desespera saber que llegará el primer día de junio y sigamos abordando estas carencias.

La adquisición de esos radares fortalecería los sistemas de prevención de desastres meteorológicos y permitiría ofrecer mucha más seguridad a la población, a los visitantes y al personal dedicado a atender las emergencias.

Hay que estar mejor preparados, con anticipación, garantizar que esos organismos tengan los equipos y los insumos necesarios y contar con la debida infraestructura.

Es la mejor manera de enfrentar cualquier desastre natural, aunque lo deseable es, por lo cual imploramos al Altísimo, que si pasa alguno sea muy lejos de las costas dominicanas.

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