Es una verdad absoluta que ningún país ha podido con la COVID-19. Ni siquiera China, que ha liberado de la propagación masiva a Wuhan, donde se documentó inicialmente el coronavirus, ha evitado que surjan brotes en otras localidades. España, uno de los países donde arrasó, alcanzó algunos progresos de disminución de casos, enfrenta nuevos rebrotes. Estados Unidos, y los demás países del primer mundo, siguen bajo el impacto de la pandemia.

Cuba, que tiene un régimen gubernamental cerrado, que su población está organizada políticamente bajo un solo partido, con un sistema de vigilancia cuadra por cuadra, que ha debido tener algún valor para controlar la propagación, tampoco la ha domeñado.

Siendo así, difícilmente los dominicanos podamos detenerla de golpe. Sea por razones sociopolíticas, sanitarias, o estructurales, o por factores territoriales o laborales. No pretendemos que ocurra lo que sería un milagro ni por impulsos de fe o de absurdos como el hombre que se consideró un enviado de Dios para salvarnos del mal.

Pero hay que hacer algo que implique una revisión de lo que se ha hecho hasta ahora. No con el espíritu de revisar lo realizado por el “gobierno anterior”, sino desde una perspectiva conceptual y metodológica. En pocas palabras, materializar un proceso crítico con espíritu constructivo con vista en el porvenir.

Vale, porque vivimos procesos únicos desde el 18 de marzo, entre ellos, las elecciones, el cambio de gobierno, municipal y nacional, con todas sus implicaciones.

En ese orden, una mirada sencilla, humilde, más allá de la rutina, no estaría de más. Ver y oír. El doctor Erasmo Vásquez ha hecho unas consideraciones registradas ayer en este diario que ameritan atención. Él plantea que el país requiere un nuevo plan contra la COVID-19.

No habría que decir necesariamente sí. Pero los hechos objetivos obligan a un replanteamiento. La política de prevención fundada en las pruebas ha fracasado. La mejor muestra es el colapso del Laboratorio Nacional Dr. Defilló. El desescalamiento de la cuarentena inicial no obedeció a ningún protocolo, ni lo había.
Tampoco existe cuadro de medicamentos recomendado por el ministerio de Salud Pública.

En fin. Se requiere un programa que conduzca a la reducción de las muertes y de los contagios. ¿Podremos hacerlo?

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