Los cientistas sociales se esfuerzan en investigar las causas de los fenómenos que acusan las sociedades, y los hallazgos difícilmente identifican un elemento muy importante que suele ser soslayado por su naturaleza subjetiva.

Es el rol de la autoridad en el desarrollo de los diferentes procesos sociales, que no siempre actúa según las encomiendas previstas en las leyes. Actitud que propicia la desvirtuación de todo lo relacionado con el ordenamiento y la convivencia. En vez de encauzar, daña.

Es lo que ha ocurrido desde siempre con zonas que debieron estar protegidas por siempre, o que por sus condiciones ameritaban iniciativas útiles para redimensionarlas.

Se han destruido riberas de los más importantes ríos de la República y otras se encuentran bajo amenaza. Cuanto ocurre en esas áreas, se repite en espacios y territorios degradados. Calles convertidas en trillos, con aceras ocupadas por todo tipo de establecimientos, negocios o viviendas.

Simplemente, quienes han gobernado después de las expansiones de las ciudades, se han desentendido de sus responsabilidades, de ejercer su autoridad.

La falta o débil autoridad, difícil de medir, se refleja en los deteriores urbanos o de cualquier otro tipo. Influye la politiquería, la protección de “padres de familias” con fines ulteriores. Al final, pierden las ciudades y la mayoría de sus pobladores.

Entonces, las ocupaciones totalmente al margen de la ley devienen en conflictos sociales que en ocasiones ponen en riesgo la gobernanza misma. Los ocupantes se empoderan y enfrentan a la autoridad decididos a “dar la vida” en la defensa de “derechos conquistados”.

El atentado contra la funeraria del sector La Zurza en el Distrito Nacional se explica precisamente en esa pobre percepción de la autoridad, entronizada hasta los tuétanos de la sociedad dominicana.

Es necesario que se restablezca en sentido verdadero el valor de la autoridad, que los incumbentes cumplan con sus deberes, sustentados en los mandatos previstos en las leyes.

Quizás entonces empecemos a descubrir una causa no registrada de tanta rebeldía infundada.

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