Cuando las redes sociales dejan de ser un instrumento más para el periodismo y se convierten en gestor de contenidos y marcan agenda de los temas, nos adentramos en el territorio de lo insulso, donde la información sin sustancia, sin ningún mérito para ocupar espacio, se instala con todas las letras.
Una característica de las redes es precisamente esa obsesión por mostrar contenidos fabulosos, situaciones de eterna dicha y felicidad incuestionable, aunque se trate de simples inventos.

En otros casos se trata de noticias “filtradas”, imágenes puestas a propósito para llamar la atención, y que son sometidas a sesudos análisis por expertos de la banalidad, que llegan a las conclusiones más disparatadas hasta que otra publicación desplaza a la anterior y el ciclo recomienza.

Cuando este tipo de noticias ocupa un lugar destacado en los medios, cuando se opina largamente sobre esta clase de publicaciones baladíes, lo único que se consigue es rebajar y relajar los valores positivos que el buen periodismo está obligado a respetar.

La divagación no puede jamás reemplazar al análisis objetivo, la misión de reflejar la realidad, de interrogar a los responsables del poder, de cuestionar, de investigar las causas de las situaciones que afligen a miles de ciudadanos, no puede ser sustituida por esta manera de gestionar la comunicación.

Lo peligroso de esta práctica, vista desde el punto de vista del buen periodismo, es que se genera entre los mismos medios una competencia por estar primero a la caza de este tipo de contenidos, y los más inaceptables disparates se convierten en noticia principal, todo con la intención de generar entradas a sus web.

No se trata de un fenómeno reciente, es una práctica que tiene unos cuantos años y que se esparce por los periódicos digitales, por los canales de televisión y hasta en algunos medios impresos.

El riesgo está en que este tipo de contenidos termina por convertirse en información, sin cuidar la seriedad que debe regir la práctica periodística, sin advertir que a este paso la credibilidad de los medios ya no dependerá de su objetividad, sino de lo chistosas que puedan resultar las noticias que publican.

Posted in Editorial

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas