El presidente Abinader publicó el sábado 2 de julio el decreto 417-21, con el que prorroga por otros 45 días el estado de emergencia.

Su vigencia, a partir del 14 de julio venidero, será hasta el 29 de agosto, lo que significa que el Gobierno pasará su primer año completo en esa situación.

Y lo hará mientras lidia con la pandemia y con la economía a media capacidad, y con fuertes restricciones durante todo ese tiempo a las libertades de tránsito, de asociación y de reunión.
Es una situación que merece ser comprendida porque, en verdad, el Gobierno no ha tenido la oportunidad de desplegar sus alas y cumplir con el programa que ofertó.

También resulta comprensible que exista una fatiga colectiva por los constreñimientos aparejados al estado de emergencia, que impactan de manera ruinosa en muchos sectores productivos.
En atención a lo anterior, se ha creado una aparente contradicción, en la que por un lado el Gobierno, presionado por garantizar la salud colectiva, se ve compelido a mantener ciertas medidas restrictivas, pero por otro lado el clamor de “libertad’’ es cada vez más extendido.

Las autoridades tienen que mantener el equilibrio entre una cuestión y la otra, y ese es el espíritu del Decreto 419-21, que contiene medidas que flexibilizan el toque de queda, aunque alguna gente está llamando a protestar porque parece haber entendido lo contrario.

Es aceptable que se suba el horario del cierre de establecimientos y del libre tránsito, como positivo es que se abra la posibilidad de que se levante el toque de queda en las provincias en que por lo menos el 70% de su población haya recibido la segunda dosis de la vacuna contra la COVID-19.

Vemos que esas medidas, que tienden a flexibilizar las restricciones, responden al cansancio que reina en el ambiente y porque hay sectores de la economía que no aguantan más.
Quizá si las autoridades mejoraran su política comunicacional, y echaran a un lado su tendencia propagandística, ofrecerían mejor información que apunte a crear conciencia y confianza en la gente sobre la magnitud del compromiso colectivo.

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