Francisco del Rosario Sánchez, el glorioso varón, ilustre amante de la libertad que juró morir de hambre antes que siervo comer un pan, uno de los fundadores de la patria dominicana, nació un día como hoy en 1817.

Recordarlo en esta fecha es evocar a una figura señera que dio origen a la auténtica dominicanidad, y también es vindicarlo y rescatarlo del olvido en un mundo actual que tiende y apuesta a borrar la memoria de los pueblos.

En la medida en que tengamos claro que el presente que vivimos fue edificado sobre las luchas de nuestros héroes y mártires, hacemos honor a la esencia dominicana, que incluye nuestras costumbres y tradiciones, pero también renueva el compromiso con el futuro del país.

“Ningún soldado fue más glorioso,/ nadie ha luchado con más valor” dice una parte del himno que fue elaborado en su honor por el poeta Ramón Emilio Jiménez y el compositor José de Jesús Ravelo, merecido homenaje que resalta las cualidades de un idealista que creyó fervorosamente que el pueblo dominicano merecía vivir en una nación independiente y libre de toda dominación extranjera.

Con el recordatorio del natalicio de Francisco del Rosario Sánchez se cierran las festividades del Mes de la Patria, pero la patria como tal, como conjunto de personas y poblaciones que viven bajo una misma bandera, con intereses comunes, merece más que un mes de homenaje, merece toda una vida de compromiso.

Un compromiso que tiene que comenzar por los más altos estamentos del poder político y continuar en todos y cada uno de los dominicanos, como una obligación vital que debiéramos honrar cada día, desde nuestro lugar de trabajo, desde las escuelas, desde las comunidades.

Ese compromiso es con el futuro, para que el sacrificio de nuestros héroes sea como la semilla echada en buena tierra que fructifica en millones de hombres y mujeres que trabajan por un país donde se pueda vivir en paz y con dignidad.

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