Una gran tarea que desde el ejercicio de un periodismo responsable vemos troncharse a diario, es la de no poner el enfoque en las buenas noticias.

Ojo, que para nada eso significa ignorar el drama del sufrimiento ni caer en un optimismo falso o ingenuo.

Los periodistas, y en especial las personas que dirigen medios o que influyen en muchas otras personas y en la sociedad, no pueden renunciar a exponer la realidad tal cual es, pero sí ayudar a favorecer actitudes activas y solidarias.

Genera frustración, y más ahora con el predominio de redes sociales, una vieja expresión que se creía superada de que “si sangra, manda”, que incentiva el morbo y apuesta a que la noticia mientras más dramática capta mayor atención.

La preocupación es multiplicada porque en una carrera loca, casi frenética por ganar audiencia o lectoría, vemos reducirse el campo de influencia de los que estiman saludable para una comunicación efectiva un equilibrio entre noticias negativas y positivas para edificar mejor a las audiencias.

Pierde terreno de manera vertiginosa la escuela que enseña que los medios de comunicación juegan un rol primordial en la creación de conciencia, y en contribuir a impulsar políticas sostenibles y modelar las conductas de los consumidores.

En ese contexto retomamos el mensaje del papa Francisco en 2017 para la Jornada Mundial de las Comunicaciones Sociales de la Iglesia católica, en el que exhorta a romper el círculo vicioso de la angustia y frenar la espiral del miedo, que es un resultado de esa costumbre de centrarse en las malas noticias: “La vida no puede ser solo una crónica séptica”, basada en escándalos y en cualquier tipo de frustración en el acontecer humano.

Quizá junto a la narrativa sangrienta o delictual de cada día debieran aparecer otros “modelos”, gente que trabaja por un mañana mejor, ignorada por los medios precisamente porque su tarea, a veces heroica pero sin resonancia, no genera el morbo que necesita para ser noticia.

Las informaciones positivas que aportan a la sociedad, y lo decimos con cierto dejo de desazón, deben merecer una oportunidad para expandirse.

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