No existe el menor motivo con alguna validez real para que aparezca alguien que se oponga a que el que lo desee se integre a celebraciones tipo Halloween, recientemente pasada, o la de Thanksgiving de este jueves. Tampoco a que el Black Friday o Viernes Negro se haya institucionalizado y asumido por comerciantes y consumidores.

Podrían ser signo del aprovechamiento de la mentada globalización, con su carga de mucha mentira y poca verdad y hasta pudiéramos comprender que sea así, pero bajo ninguna circunstancia que se acepte al precio de sustituir lo nuestro por lo foráneo.

Inclusive, no estaría de más, por la concurrencia de estas fechas, llamar la atención porque poco a poco podríamos estar siendo absorbidos por tradiciones de otras culturas.

Es una amenaza latente de que sea desnaturalizada nuestra idiosincrasia y que nos lleven, como pueblo, a ir perdiendo la memoria histórica.

Ahí es donde radica el mayor de los peligros, que se pierda la memoria histórica del pueblo dominicano, lo que llegaría aparejado con la pérdida de las costumbres y tradiciones.

Hay un proverbio que describe con exactitud hacia dónde pueden conducir las celebraciones foráneas que vertiginosamente se abren paso y que confrontan nuestra identidad: “Pueblo sin tradición no llega nunca a ser nación”.

Los procesos de transculturación suelen ser lentos y progresivos, apuntan a desnaturalizar y a vaciar de contenido todo lo que alguna vez constituyó el cuerpo, el rostro y la identidad con los que los pueblos se presentan ante el concierto de las otras naciones.

El “olvido” aparentemente involuntario de nuestro folklore, de nuestros poetas, de nuestros compositores tradicionales, de nuestras danzas llenas de colorido y de ritmos absolutamente propios, tiende a “moldear” mentalidades sin contenido propio, a formar personas sin capacidad de crítica.

Puede ser muy difícil saber hacia dónde queremos avanzar si antes no conociéramos con exactitud nuestros propios orígenes. Se podría hacer un recuento de cuántas de nuestras tradiciones han desaparecido o se han modificado, mientras contemplamos impasibles una realidad con la que se pretende convertirnos en una momia histórica a merced de designios extranjeros.

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