“Aquí lo más que podemos pescar es pampers y fundas”.

La expresión del pescador Daniel Jiménez, recogida en un reportaje publicado el pasado miércoles por elCaribe, describe dramáticamente cómo la degradación causada por el hombre en los ríos Ozama e Isabela ha cambiado no solo el ecosistema alrededor a esos recursos naturales, sino también la forma de muchas personas “ganarse la vida”.

Los asentamientos humanos en torno a los dos importantes y otrora caudalosos ríos se han unido en amenaza a las agresiones que protagonizan industrias y otras empresas que vierten desechos en las aguas de esas importantes fuentes.

Esas agresiones no son de ahora. Vienen de décadas, creando una amenaza eterna a la vida de esos ríos, que ahora lucen desprotegidos, sin dolientes.

De todas las metas y compromisos medioambientales que se han hecho en el país, probablemente las más numerosas corresponden al río Ozama y su afluente Isabela.

En el caso del Ozama, la gravedad de su estado de contaminación y su ubicación justifican que se le ponga atención a la situación del otrora caudaloso río. Las acciones estatales para salvarlo no han sido tan contundentes como amerita la gravedad de la condición en la que lo han sumido, fruto de la agresión constante que viene sufriendo por más de medio siglo.

Los asentamientos humanos que por decenas se han formado en las riberas de los dos ríos desde antes de la confluencia y después de ella, han convertido el color de sus aguas de cristalino a oscuro, robándole la transparencia sin importar la profundidad.

Color y hedor son los aspectos más visibles de la degradación que afecta al Ozama y su afluente principal.
Los desechos domésticos e industriales vertidos en las dos importantes fuentes acuíferas las convierten en cloacas cuyas cargas contaminadas y contaminantes terminan en el mar Caribe en una especie de cadena de agresión al medioambiente.

Antes de llegar a la ría esa cadena de polución ha ido impactando el ecosistema, matando lentamente flora y fauna en torno al Ozama, al Isabela y cuantos arroyos y cañadas confluyen en ellos.

El ministro de Medio Ambiente, Miguel Ceara Hatton, dijo esta semana a este periódico que entre sus prioridades está el tema del río Ozama, pero que debe ver y analizar las propuestas que encontró.
Ojalá y lo haga pronto porque la situación es grave.

Posted in Editorial

Más de opiniones

Más leídas de opiniones

Las Más leídas