Las aspiraciones de los profesionales por mejorar sus condiciones de trabajo y con ellas los ingresos, siempre serán justas, aunque a veces no sean bien encaminadas.
Es el caso de los profesores de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD). ¿Cómo oponerse a una demanda salarial de los académicos, que realizan una labor tan encomiable?

Pero la justa aspiración siempre debe estar vinculada a la realidad, a las condiciones materiales en que se plantea cualquier reclamo.

El semestre de la UASD estaba previsto a iniciarse el pasado lunes. ¿Cómo decretar una huelga por un ajuste salarial de 40%, sin siquiera agotar el proceso de información frente a las autoridades, estudiantes, empleados, y la opinión pública?

El paro ha sido tan inesperado que sorprendió al movimiento estudiantil, que a través de su Federación ha expresado oposición. No necesariamente rechazan los reclamos económicos.
Desaprueban la suspensión de la docencia.

Pero no solo hablamos del primer día de clases. Es que estamos en medio de una pandemia que ha impactado todo, y obviamente a la academia, que recibió un auxilio presupuestal del gobierno para llevar a término el semestre pasado.

De todas formas, las autoridades universitarias están abiertas al diálogo. Propusieron un ajuste salarial de 5% a la Federación de Asociaciones de Profesores. Imaginamos que es sobre el valor de cada crédito por materia, porque los sueldos de los profesores se originan en el cúmulo de créditos en atención a las materias asignadas en cada período.

Ese ajuste sugerido solo es posible para solucionar transitoriamente el conflicto, porque el dinero saldría de los viáticos y los servicios de transporte suspendidos y por el cierre del Comedor universitario.

Pero los profesores rechazaron de plano la propuesta. El diálogo está estancado, y el semestre está en el aire.

¿Qué hacer?

Los profesores deben volver al diálogo y buscar una solución razonable, acorde al momento que vive el país y el mundo. Ellos están afectados por la crisis, es verdad, pero también los estudiantes sufren, tanto, que más de una decena de miles se han retirado de la Universidad.

En nada ayuda al progreso social una huelga de profesores en la Universidad pública. Debe encontrarse una fórmula viable, que impida más pérdidas para los estudiantes que mayoritariamente proceden de los segmentos poblacionales de más bajos ingresos.

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