La membresía de la Asociación Dominicana de Profesores (ADP) en el Gran Santo Domingo reafirmó su firme adhesión a las convocatorias a paralizaciones, sin importar el motivo. Es una decisión de una parte de su comité ejecutivo y así se acata. Total, es una oportunidad magnífica para un largo fin de semana, desde el jueves hasta el lunes.

Incumplir con las obligaciones morales y contractuales y cobrar los días no trabajados, sin causa justa. La huelga es el último de los recursos a que deben acudir los trabajadores. Ese fue siempre un principio fundamental de la lucha de los asalariados. Ahora se ha convertido en un mecanismo de evasión de responsabilidad y sobre todo en un ejercicio corrupto del derecho a huelga.

Decimos todo eso, porque la realidad es que esa huelga de dos días no está justificada en una demanda justa por los derechos de los maestros. No. Los jefes del gremio se han embarcado en una reclamación que no es de interés de la inmensa mayoría de los educadores, sino de una parte de los funcionarios de la administración docente, regidos por un marco muy distinto al de los profesores.

Una parte de la dirección de la ADP se ha tomado para sí una demanda de la llamada Asociación Nacional de Profesionales y Técnicos de la Educación, la gran ausente de un conflicto que en el fondo refleja una absurda lucha de poder, la capacidad de algunos jefes de esa asociación para obtener una cuota de los directores regionales y de distritos.

Molesta que la docencia sea suspendida por motivos muy ajenos a los profesores, que se dejan narigonear por una dirección motivada por particulares intereses. Por una lucha de poder de los “dirigentes”. Deben avergonzarse.

Es una burla y un uso abusivo del poder de convocatoria del colectivo. Es ponerse de espalda a los derechos de los alumnos a la educación. De desentenderse de la proclama de que la demanda se circunscribiría al debate “estrictamente legal” y técnico, y probablemente jurídico, y que en forma alguna se interrumpiría la docencia.

Esto no debe ser.

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