En el sistema democrático siempre tendremos debates y es muy seguro que todos estarán matizados por la política. La adopción de una determinada posición sobre cualquier asunto conlleva a ello. Múltiples materias resisten planteamientos técnicos, que escasean en la vida dominicana. A veces, hasta consideraciones que deben fundamentarse en la profesionalidad terminan maleadas por enfoques políticos.

Pero los debates no son malos. Contribuyen a la formación social, siempre que se afirmen en el conocimiento, en informaciones válidas que resistan la crítica y la valoración, a la luz de conceptos orientados al descubrimiento de realidades útiles a la sociedad.

Desde esa perspectiva, siempre tendremos en el ambiente alguna discusión valiosa, que nada tenga que ver con la degradación en que usualmente cae la discursiva dominicana.

A cualquier observador le resulta fácil advertir cómo las llamadas redes sociales han disminuido el pensamiento social. Es increíble la tendencia a la simplicidad, a la renuncia a la imaginación creativa, a pretender explicarlo todo en unos cuantos caracteres.
Obviamente, resulta mucho más fácil lanzar cualquier “declaración” en pocas palabras, sin decir nada o insinuar o sugerir un cúmulo de cosas sin llegar a conclusiones.

Así, el análisis de los asuntos nacionales se reduce a la nada, a la liviandad vergonzante de una expresión marcada por la superficialidad más propia del espectáculo, del divertimento y por momento, de la chercha. En el fondo, es el mejor comodín para rehuir las confrontaciones de las ideas sobre las realidades.

Si a eso le agregamos una repentina precipitación de los lanzamientos en la búsqueda de candidaturas partidarias con vistas a las elecciones de 2020, pronto estaremos a la puerta de un agotamiento, un cansancio, no sólo de los actores principales, sino, y es lo más penoso, de la audiencia.

Nos abalanzamos por un precipicio de la insensatez que terminará agotándonos a todos, demasiado temprano.

Si al menos “la política” se orientara hacia fines constructivos, propositivos, que ayuden a identificar nuevos enfoques para el crecimiento dominicano, material y espiritual, quizás todo ese tiempo invertido no resulte tan aburrido. Y lo peor de todo, tan costoso para todos.

Necesitamos mejorar los discursos.

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