El anuncio de cambio de uniformes fue simpático. Constituye una evolución en la vestimenta en la escuela pública dominicana, que del viejo kaki (nada que ver con la fruta), marrón completo y corbata negra, más gorro, que remitía a la rigidez de la dictadura de Trujillo, un símil con la Guardia, pasó a uno más relajado: camisa azul con pantalón marrón, algo así como una transición.
El nuevo uniforme, colores más vivos que van tornando según región, desde amarillo, rojo, azul tenue y azul marino, y verde, vendría a adecuarse a los tiempos de la denominada “revolución educativa”, como si se buscara una dosis de alegría a las aulas dominicanas.
Bonita idea que aparentemente no tomó en cuenta los intereses de los actores económicos: fabricantes y comercializadores de los uniformes escolares. Es verdad que el gobierno ahora regala un alto porcentaje de los mismos, pero igual hay fabricantes y suplidores.
Las empresas textileras y los comerciantes plantean que cambiar los uniformes desde el próximo año escolar, sin previo aviso, les podría ocasionar pérdidas dado el inventario en telas y piezas terminadas. Y proponen una transición.
Una consulta en la página web de elCaribe ayer reveló que el 74% de lectores favorece la postergación de la implantación de los nuevos uniformes, mientras un 26% que debe hacerse el próximo año escolar.
Aunque los textileros y los comerciantes no dicen qué tan significativo podría resultar el impacto de la medida, su inquietud podría tener asidero. Desde cualquier perspectiva, el ministerio de Educación estará invirtiendo 639 millones de pesos y antes de proceder no está demás escuchar a los actores.
Una solución podría ser estimar seriamente la existencia en almacenes y tiendas y buscar una solución conveniente. Sería asumir un proceso de transición del cambio por regiones, durante dos períodos escolares.
La experiencia, aún en las cosas más sencillas, es que definitivamente, aquí todo tiene que ser hablado y consensuado.
Y todos saldrían ganando.
