En República Dominicana hay 628,181 jóvenes que ni estudian ni trabajan, sin embargo, Paula Santana, hija de dos ciudadanos humildes, residente en un barrio populoso, se negó a ser parte de estas estadísticas, desafió incluso, los obstáculos para llegar día tras día a un trabajo en el que hacía uno de los horarios más difíciles, -de 11 p.m. a 6 a.m. -, porque su meta la tenía clara: quería ser azafata y sabía que para eso debía emplearse el doble.

Una joven productiva que se negó a ser un número más de los ninis, jóvenes con apatía a todo lo que implique esfuerzo y trabajo.

Un día Paula ya no regresó más a su casa, con apenas 23 años, fue víctima de un acosador sexual, que según expertos de la conducta, sufren trastornos psicóticos o de personalidad narcisismo o delirantes como la erotomanía.

Su madre, destrozada ante el impacto de la noticia y la forma brutal en la que murió su pequeña hija, que sólo trabajaba y estudiaba, denunció ante las cámaras que invadieron su gran dolor, que su Paula, le había compartido la situación que vivía en este trabajo, al que iba día tras día, pese a tener ese inconveniente.

Un compañero le acosaba y aunque -según su madre-, había hecho el reporte correspondiente a Recursos Humanos, eso no bastó, porque en este país, hemos normalizado el acoso.

Hay quienes se han dedicado a acosar u hostigar con comportamientos ofensivos, perturbadores y amenazantes a jóvenes, estudiantes, mujeres y no pasa nada.

El acoso escolar es otro gran dolor de cabeza, tenemos cifras alarmantes, tan solo el pasado año las autoridades registraron 2,450 casos de estudiantes de escuelas que sufrieron algún tipo de acoso y como consecuencia de esto sufrieron estrés agudo, ansiedad y depresión.

Hay nombres que aún resuenan en nuestras cabezas, de niños indefensos que han perdido la vida, porque nadie los ayudó, nadie los escuchó, la sociedad fue indiferente.

El caso de Paula, duele y mucho y lo que es peor es que pudo evitarse, de no existir complicidad en esta sociedad dominicana que valida estas conductas.

Su muerte debe tener respuesta, tan efectiva y ágil como la justicia dominicana asume los casos sonoros de personajes influyentes. Esperamos acciones contundentes, por todas las Paulas que aún están bajo este flagelo que coarta la libertad de muchas mujeres.

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