Un familiar muy querido saliendo de su trabajo abordó un taxi con destino a su casa, en el camino un vehículo impacta el auto en el que viajaba, el siniestro vial dejó lesionados que aún no se recuperan y también cobró vidas.

Mi familiar, un joven con un porvenir brillante, salvó su vida de milagro, tiene múltiples fracturas que le obligarán a aprender hasta a caminar, otra vez. Quien provocó el accidente en plena vía principal de la ciudad, estaba borracho y se fue en rojo.

Días después mi hermana me informa de otro accidente en otra vía importante de la ciudad, y lo que es peor, murió el padre de la familia. El que provocó el siniestro cometió la misma infracción: violó la luz roja.

Así nos pasamos los días, escuchando noticias de más heridos, de más víctimas y de más imprudencias, como si no existiera autoridad.

Los accidentes de tránsito siguen siendo un dolor de cabeza que no ha sido tratado con la contundencia que se amerita en estos tiempos. Es una pandemia que no tiene un diagnóstico claro y a la que aún no se le ha encontrado cura.

Mi hija María José tiene 14 años y desde ya me deja claro que en este país ella no quiere manejar. Sabe que conducir es desafiar a los dueños de la calle, -guaguareos y carros de concho-, a los conductores que no respetan el paso de cebra, ni a los peatones, a los motoristas que se reproducen como hormigas, es sin dudas, el acto de valentía más grande. El propio ministro de salud, el Dr. Daniel Rivera, ha confirmado que los accidentes de tránsito son nuestra pandemia.

Si algo hace falta para el ordenamiento del tránsito en el país, es mano dura, es odioso organizar un sector que ha estado por décadas haciendo de las suyas, pero hay que hacerlo. Fiscalizar debe ser uno de los puntos centrales de las autoridades a cargo del tránsito y el transporte el país, dígase INTRANT y DIGESETT.

República Dominicana ocupa el primer lugar en la lista de países con mayor tasa de mortalidad ocurrida por accidentes de tránsito en el mundo al año y me pregunto ¿qué estamos haciendo al respecto?
Necesitamos crear una nueva comunidad de conductores y para eso la Educación Vial debe llegar a escuelas y colegios. Urge que prestemos atención a una pandemia que está en nuestros ojos y que parece no importar a nadie.

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