Hay un ser en este país insólito (taumaturga de sueños, agitadora de puños iracundos, cazadora de sirenos, paisajera de azotea) que siempre ríe con asombro toda nueva ocurrencia y llora con auténtica tristeza todo dolor ajeno; que es patriota de su país agridulce y de toda la hirsuta América Latina; que escribe en versos lo que canta y también canta los versos que no escribe; que ama la vida como ama el amor; que siempre te recibe en su casa como si fuera la primera vez que llegas, y tiene, en fin, una estatura humana que niega totalmente su apodo: “Chiqui”… (Sí. Me refiero a Chiqui Vicioso, a quien pocos conocen como “Scherezade”).

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