Busco y rebusco en nuestra larga historia, y en la no menos profunda historia mundial, y no encuentro un hecho semejante al que ayer testimoniamos en un país justificadamente asombrado. Reviso, país por país de América Latina, y no encuentro a nadie que se le haya ocurrido convocar, desde lo más alto del poder, a amigos y enemigos a ponerse de acuerdo en algo tan complicado y riesgoso. Pienso en las prácticas tradicionales del poder presidencial y ni por asomo identifico algo parecido a lo que hemos presenciado: cuatro líderes políticos adversarios, todos muy serios, que acordaron una estrategia general para la defensa patria, todos sonrientes.

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