No le hizo caso a Fidel. No le hizo caso a Bosch. No le hizo caso a Peña Gómez. No le hizo caso a nadie. No tenía una base política para emprender la aventura armada. No tenía el apoyo de ningún partido. Sus comandantes de la resistencia desaparecieron sin comandar nada. Subestimó a los yanquis. Subestimó a Balaguer. Sobreestimó a una Izquierda ya fragmentada. En fin, Francisco Alberto Caamaño Deñó pudo haber regresado al país, como aquellos le aconsejaban, para reagrupar las fuerzas constitucionalistas en un movimiento político del que sería líder máximo y figura presidenciable… (Pero lamentablemente se inmoló en su terquedad).
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