Hago un paréntesis en el oprobioso tráfago de hechos y desechos para decirles a quienes no la conocieron que, como abogada, como escritora, como ciudadana, como ser humano, ella vivió para prodigar amistad y, con eso, ser feliz haciendo feliz a los demás. Por eso, al dejarnos para siempre una persona como ella, todo el que la conoció queda huérfano de su bondad y con un inevitable sentimiento de soledad (precisamente la inmerecida dolorosa enfermedad que se la llevó). Por todo eso, desde el fondo de esta tristeza deseo, con muchos, que descanse en paz Ligia Minaya.

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