Robarle al desesperado pueblo haitiano (el más pobre del Hemisferio Occidental) US$ 3,800,000,000 (sí, tres mil ochocientos millones de dólares) de los fondos solidarios venezolanos de Petrocaribe, es una monstruosidad sin parangón en la historia de la corrupción que envílece nuestros países. Por tanto, más que criticarla, debemos celebrar la ira luminosa y sin color derramada en las calles por ese pueblo contra los corruptos impunes, que es el más benigno escarmiento que merecen. (Y que nadie pretenda, con advertencias agoreras, desviar la atención sobre el claro mensaje que contiene la movilización de ese pueblo).

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