¡Qué feliz sería este mundo si estuviera sobrepoblado de gente buena! ¿Por qué deben morir los seres que aportan calidad a la condición humana? ¡Qué injusto es, en cambio, que los seres mezquinos, traicioneros, rateros, adversos al bien, desaparezcan en la vejez extrema! ¿Por qué dejan de vivir aquellos que ponen su talento y buena voluntad al servicio de los demás? ¡Qué dura es la sensación de orfandad que al morir nos deja un amigo que durante su vida sólo nos dio, por todo motivo y en toda circunstancia, sapiencia y bondad! (Reflexión inevitable ante el féretro de José Arturo Silié Ruiz, muy merecedor de paz).

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