Juan Pablo Duarte (patricio único en América, pues nunca pronunció un discurso ante las masas, ni escribió un libro, ni dirigió una batalla) debe estar algo arrepentido de lo que hizo (menos de los sueños que nos legara), harto de presenciar desde el más allá tanto bandidaje en su nombre, tantas tropelías desde el poder “duartiano” y tantas traiciones a su juramento de origen. Estoy seguro de que, si volviera a nosotros, haría lo que no hizo en su primera vida: lanzaría iracundos discursos ante las masas burladas, escribiría con rabia contra tantos traidores y dirigiría, arma en mano, las batallas patrióticas que él mismo convocaría.

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