Todo remeneón de militares (dígase retiros, ascensos o reenganches) causa ronroneos y escozores en los cuarteles, por más que la disciplina imponga el respeto a las decisiones del Comandante en Jefe, que generalmente actúa por razones políticas. Porque es que las Fuerzas Armadas (lo hemos visto en los momentos más tristes y álgidos de esta República) no están al margen de lo que ocurre más allá de sus filas y forman parte de todo presupuesto político, dentro y fuera del Poder. Eso lo saben hasta los chinos de Bonao (y, por supuesto, lo sabe Luis Abinader, que vive más chivo que una guinea tuerta, sabedor de lo que son capaces sus enemigos).

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