Donald Trump lo logró (por algo hasta se disfrazó de papa en pleno Concilio Vaticano): ¡Hoy es el máximo jefe de la Iglesia Católica! Para que esa Iglesia, la más amplia y mejor organizada del mundo, deje de ser mediadora y mire hacia Washington antes de fijar su posición frente a cualquier conflicto internacional; para que no se deje engatusar por ningún enemigo de los Estados Unidos; para que cada púlpito sirva para difundir las ideas en que se apoya el sistema capitalista con todos sus aranceles y agresiones y para que la Casa Blanca sea bendecida cada domingo con una misa.