Cuando desde el ámbito oficial se acusa al sector privado de pretender quedarse con todo el sector eléctrico a precio de “vaca muerta”, lo que ya hizo el Gobierno, se incurre en un penoso error de valoración. En efecto, una vaca muerta, vendida en libras, vale mucho más que el mismo animal comprado vivo. Pero tiene razón si la expresión se explica al precio que los gobiernos han pagado por las acciones privadas de esas empresas. Los funcionarios eléctricos son típicos ejemplos de la cada vez más fuerte tendencia oficial a pelearse con todo el mundo, lo que en gran medida explica los pronunciados descensos de la popularidad que en ciertas épocas alcanzó un nivel desde el cual se esperaba comenzara a brotar el petróleo.

El Gobierno no puede aspirar a solucionar la crisis de energía eléctrica sólo por sí mismo. Y en riña permanente con las empresas privadas vinculadas al negocio, la tarea le podría resultar más ingrata todavía. Todo el complejo y costoso andamiaje de publicidad que la corporación eléctrica ha sostenido para crear la ilusión de avance en la solución del problema, choca con la realidad brutal de los apagones, el déficit del sector y las enormes deudas contraídas con los generadores, a despecho de las enormes sumas entregadas a la corporación, sin resultado alguno. Los responsables del equipo eléctrico han carecido de respuesta a la crisis y se imponen ya cambios de dirección y de mentalidad, que sean capaces de revivir las esperanzas de mejoría en el servicio que las falsas promesas y las mentiras oficiales han herido de muerte. Cambios que darían además un respiro al Gobierno, acosado por continuas manifestaciones de protestas callejeras en reclamo del cese de los apagones y un mejor trato a los usuarios del servicio.

Es necesario insistir que la realidad económica nos indica un solo camino. Lo que este país necesita y reclama es una mayor dosis de iniciativa individual, tanto en la economía como en las demás facetas del quehacer cotidiano. Los mercados bien abastecidos han sido siempre aquellos dejados en situaciones normales a la libre competencia y a las fuerzas naturales del mercado.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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