El clima de libertad se resquebraja cuando su defensa flaquea y los medios ceden a las presiones de los gobiernos por el control que ejercen a través de la publicidad, que mantiene o sepulta a muchos de ellos.

Por efecto de esas presiones, no siempre soterradas, a finales del 2011, a seis meses de las elecciones, terminó mi labor de comentarista en un canal de noticias y tiempo después en la entonces intervenida Zol 106.5, se me informó del cierre del programa con una nota de prensa de la que me enteré después de ser publicada.

Luego se le puso fin a mi programa Portada 15, con un aumento triple de la tarifa mensual que mi afortunado suplente estaba dispuesto a sufrir. Tan esmerada atención a mi labor les permitió a la autoridad de entonces, atribuirme el mérito de organizar, en mi propia casa, una conspiración con otros colegas para impedir, ¡cuán grande genio les parezco!, el triunfo electoral del oficialismo, obra de una dimensión antológica, en la que unas cuantas copas de vino, unos pedazos de pollo y unos bocadillos, hubieran superado uno de los mayores gastos que en campaña alguna se recuerde todavía.

Tan cuidadosa atención a mi persona adquirió carácter especial en los días finales de campaña, cuando al tratar sobre uno de mis temas favoritos le hablé por teléfono a un amigo de Ernani, el personaje de la ópera de Verdi del mismo nombre, no de Hernani, el político opositor de entonces, y escuché aquella tercera sonora voz musitar : “Lo tengo”.

A decir verdad, una conversación acerca de una ópera peligrosa en aquellos y todavía en estos tiempos, porque sabemos del fervor patriótico de Verdi y que la célebre aria en labios de Elvira, en el primer acto, “Ernani, Ernani, involami”, muchos años después de ser entrenada en 1844, sirvió de consigna a los patriotas de la joven Italia para presionar al rey Víctor Manuel a rebelarse contra el yugo del imperio Austro-Húngaro.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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