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El 21 de enero los venezolanos acataron un paro general convocado por una Junta Patriótica, integrada por el liderazgo opositor, que generó sangrientos enfrentamientos con fuerzas leales a la dictadura. Ante la gravedad de la situación y la amenaza de un caos generalizado, la noche del 22 de enero, los jefes militares decidieron integrar una Junta Militar que exigió la renuncia de Pérez Jiménez, quien abandonó horas después el país con rumbo a la República Dominicana.

El portador de la misiva de Perón, exiliado en Venezuela desde su derrocamiento tres años atrás, le informó a Bonnelly el deseo de este de encontrar refugio en la misión diplomática y conseguir salvoconducto para viajar a Ciudad Trujillo, donde Trujillo le recibiría con “los brazos abiertos”. La presencia de Perón en Venezuela no era bien vista por los opositores a Pérez Jiménez y el líder argentino temía que el desorden que seguiría a la caída del régimen pusiera en peligro su vida.

Bonnelly fue en busca de Perón y le dio refugio en la embajada, poniendo cablegráficamente a Trujillo en conocimiento del caso. La presencia de su huésped generó protestas y manifestaciones alrededor de la residencia diplomática, atacada incluso a tiros, para lo cual se hizo necesaria doblar la seguridad.

En horas de la tarde del lunes 27, Perón abandonó la misión en compañía de Bonnelly, por orden de la junta de gobierno, para abordar un avión en el aeropuerto La Carlota, que lo trajo a la capital dominicana, entonces Ciudad Trujillo. Habían transcurrido 97 horas desde su refugio en la embajada. En su edición del día siguiente, martes 28, El Nacional de Caracas reseñó que la salida de Perón fue la culminación de una serie de acontecimientos que alcanzaron su clímax el día anterior, cuando en horas de la madrugada personas no identificadas, presumiblemente argentinos, dispararon contra la residencia de la Embajada.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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