¿De qué nos sirve un servicio exterior si no reacciona en los lugares acreditados a las ofensas que el país recibe cuando se esfuerza por defender sus valores? ¿Cuando está en juego la dignidad nacional?

La pregunta es a propósito del silencio ante una grave acusación formulada por la eurodiputada española del partido de extrema izquierda Podemos, Idola Villanueva, quien pidiera a la Comisión de Derechos Humanos de la Unión Europea sanciones contra el país, por el trato que, según ella, los haitianos reciben cuando tratan de pasar ilegalmente al territorio dominicano. Según la parlamentaria, ese trato es peor que la violencia y el hambre que sufren en su propio país.

Cuando inquiero sobre la utilidad del servicio exterior me refiero al hecho de que ningún embajador o representante diplomático dominicano en Europa hizo o ha hecho frente a ese agravio, que desvirtúa la realidad. Y digo esto porque si hay una nación solidaria con Haití es y ha sido siempre la República Dominicana. Aquí viven, en su mayoría en condiciones de ilegalidad, cientos de miles de haitianos, casi dos millones también se dice, lo que genera un grave desplazamiento de mano de obra nacional y a costa de una buena parte del presupuesto de salud de la República.

Tenemos embajadores y delegaciones diplomáticas en casi todas las capitales europeas., incluidos dos embajadores plenipotenciarios en Roma, la capital de Italia, uno ante el Quirinal, sede del gobierno, otro ante el Vaticano.

Por lo que insisto: ¿de qué nos sirve ese lujo si no es válido para defender el honor de la República cuando están en juego las razones históricas y culturales que sustancian nuestros valores? El servicio diplomático debería ser la cabeza de playa, el muro infranqueable de defensa de las razones en que se fundamenta el más preciado de los activos de nuestro país, que no es otro que la soberanía territorial y todo lo que ella representa.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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