Constantemente, las redes y otros medios, se llenan de toda clase de epítetos incriminando a terceros por no asumir la defensa de lineamientos oficiales, o de otros litorales políticos, bajo la premisa de que la indiferencia o rechazo a ciertas directrices es muestra de obstinada oposición a toda modalidad o señal de cambio político.
Los emplazamientos tendentes a forzar a terceros dentro de lo que esas voces llaman “imparcialidad parcial”, conducen irremisiblemente a la siguiente reflexión: ¿es correcto permanecer neutral, en la situación que hemos atravesado durante décadas? Y recordé la descripción que hace Dante de un lugar de lamentaciones a las puertas del Infierno, reservado para aquellos que no creen en Dios ni se rebelan contra él. Justo el lugar al que deben ir los que permanecen neutrales en momentos o situaciones de crisis.

¿Se puede ser neutral, me he preguntado por años, mientras se le niega al país el derecho a una educación de calidad? ¿Se puede serlo mientras se suple el déficit derivado de un desorbitado uso del presupuesto con un creciente endeudamiento, comprometiendo las finanzas nacionales por más de una generación; mientras la corrupción se convierte en norma de la conducta pública; mientras las calles y los espacios públicos se llenan de miedo por el auge del narcotráfico y otros formas del crimen organizado; mientras el cumplimiento de la ley desde las alturas del poder se ha convertido en un derecho de quienes los sustentan en detrimento de las instituciones y el respeto a la nación?

¿Se puede ser neutral mientras se ven caer a diario a jóvenes heridos o asesinados para despojarlos de un celular? ¿Mientras la violencia en el hogar socava los valores familiares y nadie se siente seguro ni en sus propias viviendas? ¡No, no seré yo quien permanezca neutral!

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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