Cuando el mundo gritó de indignación por las horrorosas matanzas de palestinos en los campos de refugiados de Chatila y Sabra, en 1982, las acusaciones de genocidio contra Israel pretendían desconocer la innegable verdad oculta en esos hechos.

Nadie mencionó el dato fundamental de que los palestinos habían sido acribillados por adversarios libaneses, en un acto de represalia por el asesinato de líderes maronitas en un atroz atentado dinamitero. Los secuestros de aviones, la matanza de atletas y la colocación de cargas dinamiteras en escuelas, mercados públicos y otras acciones terroristas, encontraban siempre justificación pública.

Cuando las fuerzas armadas israelíes penetraron el suelo libanés, en medio del caos en que se hallaba inmerso ese destruido país, la condena internacional ignoró el hecho brutal de que otros dos ejércitos extranjeros se hallaban allí luchando desde hacía tiempo: Siria y las guerrillas palestinas. Los reclamos encaminados a restablecer la soberanía libanesa, continúan todavía hoy ignorando esa circunstancia.

No obstante, ya existían en aquella época evidencias contundentes de activa participación siria en combates contra fuerzas libanesas y en respaldo a las facciones rebeldes de palestinos que pugnaban por destruir el liderazgo de Yasser Arafat.

Tampoco dejaba que resultar irónico el que los grupos y líderes internacionales, silenciaran entonces su grito de desesperación ante las crueles matanzas que el ejército sirio, con la ayuda de palestinos rebeldes, causaba en campos de refugiados en el centro del Líbano.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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