Es cierto que se puede votar en blanco o abstenerse de concurrir a las urnas. Pero ambas posibilidades no quedan registradas como votos conscientes, sino como nulos, es decir, acciones de ciudadanos indiferentes al proceso.
Sin embargo, en determinadas circunstancias, insisto, la abstención es un voto de conciencia; el de un ciudadano capaz de analizar con pleno conocimiento de la realidad las distintas opciones presentadas por los partidos en sus boletas electorales.
Si los dominicanos pudiéramos expresar con nuestro voto el rechazo de las malas candidaturas, la democracia se fortalecería y los gobiernos y los partidos estarían, por obligación, forzados a actuar con una transparencia hoy totalmente ajena al acontecer oficial y político.

Por esa y otras razones también valederas, un grupo de ciudadanos propuso en el 2011 a la Junta Central Electoral incluir en las boletas electorales una casilla que permita a los ciudadanos votar con absoluta libertad, a favor o en contra de las candidaturas ofertadas. Si esto llegara a establecerse, cosa que, por supuesto dudo, dado el control de los partidos sobre la vida política nacional, más dominicanos se sentirían comprometidos con los procesos electorales y más sólida y confiable serían el modelo político, el sistema electoral y, por ende, la democracia. El temor es que el voto de repudio supere el voto a favor de los candidatos, lo que entiendo los obligaría a ser más transparentes y sinceros.

Muchos ciudadanos se oponen a esa modalidad del voto por entender que con ello se le hace el juego a los comunistas y a su deliberada y conocida intención de socavar las bases de la democracia. La práctica, convertida con los años en una tradición, de concurrir a las urnas para votar por el «menos malo» o a falta de una buena opción en contra de quien ocupe los cargos en disputa, golpea más fuerte los cimientos del sistema político que todo cuanto puedan hacer aquellos que, congelados en el pasado, abrigan todavía la ilusa pretensión de cambiar el mundo mediante una ideología desconocedora de los más esenciales derechos y libertades humanas.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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