Los censos son instrumentos de planificación y un país difícilmente puede organizarse sin poseer estadísticas veraces o muy cercanas a su realidad. De ahí la importancia del X Censo Nacional realizado a finales del mes pasado y la necesidad de que sus resultados sean un reflejo más o menos fiel del momento en que vivimos, especialmente aquellos relacionados con la vida económica. Las informaciones sobre población, cuántos por ejemplo residen en las zonas urbanas, cuántos en las rurales, y otras, que son vitales para el diseño de políticas públicas.

Lo usual es que un censo se realice cada década, por lo que este se hizo con dos años de atraso debido a la pandemia sanitaria, lo cual le asignaba mayor interés y trascendencia. Los censos no son tareas fáciles y requieren mucha inversión. Más de 3,600 millones de pesos habría costado el recién realizado, según se ha dicho.

Por razones que no es el objeto de este artículo analizar, el censo estuvo precedido de controversia. Eso comprometió el apoyo general normalmente requerido para su éxito y muy pronto surgieron dificultades relacionadas con las quejas de los empadronadores y las suspicacias sobre temas que muchos vincularon a un supuesto plan político acerca de la inmigración haitiana.

La encargada del censo ha dicho que esas dificultades retrasarán la publicación de las informaciones y la admisión ha aumentado las dudas sobre la veracidad de los números obtenidos. Nunca un censo estuvo en el país rodeado de tanta polémica. Se impone pues que el Gobierno aclare sin más dilaciones las dudas surgidas y acelere la publicación de sus resultados.

Sin propósito de cuestionamiento alguno, lo cierto es que los tropiezos sufridos durante su realización denotan fallas de planificación y falta de transparencia. El país necesita ser bien informado de algo que busca decirnos quiénes y cuántos somos.

Posted in La columna de Miguel Guerrero

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